No existe el Año Nuevo. Es una ficción, un arrebato neuronal y una mentira complaciente que nos hacemos para volver a tener otras oportunidades temporales. Y no puede existir, bien lo sabemos, porque el Tiempo es lineal, no cíclico.  

El buen padre Cronos no se muerde la cola, imitando a las serpientes, para volverse algo circulatorio que regresa a sí mismo. Siempre otea hacia adelante como los admirables vigías y marineros vikingos.

Cronos, dios del Tiempo, devoró a sus hijos para evitar sufrir el mismo destino que su padre Urano. Esto no solamente simboliza la creación de una línea temporal sino que ilustra el hecho de que el Tiempo consume a todos aquellos que se atreven a vivir en este universo. Su símbolo era la guadaña, que había obtenido de su madre y que había utilizado para castrar a su padre.

El espacio es curvo, según Einstein, pero el Tiempo es lineal. El día de hoy, es el mañana de ayer. Y el Tiempo es el reloj de la vida.

Desde la explosión del Big Bang, el Tiempo sigue su marcha imperturbable, nada lo detiene, nada lo conmueve. ¿Y a dónde irá a parar? Con Vallejo contestaremos esta pregunta: “En un hueco de inmensa sepultura”…

Siempre los años fueron viejos, y se hacen más viejos, como aquellos toneles de vino nazareno que quedaron enterrados en una antigua cueva del Mar Muerto.

Dice la canción: “Cómo se nos van los años, cómo cuesta recordarlos”… Es cierto, los años se van como el agua entre los dedos y se van para no volver. No son un boomerang que regresa a nuestras manos. El tiempo no es sino el espacio que existe entre nuestros recuerdos.

Hay quienes afirman que el tiempo y el olvido son como dos hermanos gemelos a los que echas de más, pese a que un día los echaste de menos. Pero no creas en el tiempo. Cree más bien en el ahora, que es lo único que sabes con certeza.

Con su teoría de la relatividad, Einstein demostró que sí es posible viajar al futuro pero no al pasado. En el motor del Tiempo, no existe la palanca de reversa. El futuro es la tardanza de lo que está por venir. Hasta los extraterrestres viajan hacia el futuro en sus ovnis a grandes velocidades superiores a las de la luz y utilizando los atajos que les proporcionan los agujeros negros.

Sólo nosotros, en nuestra simiesca ingenuidad, creemos que termina un año para que otro se inicie. Un año no tiene 365 días, tiene muchísimos más, pues el reloj del universo no se detiene para volver a comenzar. Un día más es un día menos.

Desde que el mundo es mundo, el año cósmico ha visto salir millones y millones de veces al sol como una infinita y eterna cadena a la que cada día se le agrega un eslabón más. El año cósmico no es, pues, un rosario encerrado en su circularidad.

Por otra parte, a veces nos olvidamos de nuestra finitud sin considerar que el Tiempo es nuestro mejor maestro, aunque sólo tiene un defecto: “nos mata”. La vida dura un momento, el tiempo toda la vida. Por lo mismo, aprovechemos mejor el Tiempo.

En consecuencia, vive mejor tu vida y date cuenta que por cada minuto de enojo pierdes 60 segundos de felicidad. El Tiempo también es relativo: un minuto lejos de quien amamos nos parece una eternidad; pero un minuto junto a la mujer amada pasa como un segundo.

Todo se puede perder en esta vida: el dinero, la belleza y el amor. Pero si has perdido el Tiempo, entonces lo has perdido todo. Pero no le des tiempo al Tiempo porque el Tiempo jamás nos da tiempo.

El Tiempo no lo decide todo, pues las decisiones siempre las tomamos nosotros. El Tiempo sólo nos da el espacio y la oportunidad para pensar y luego decidir.

Y al final de cuentas, ¿qué es el Tiempo?... Es lo que TODOS intentamos matar y que finalmente termina matándonos a TODOS.

¡Feliz Año Cósmico!