Al comunero Quintino Cereceda lo mató la codicia extractivista minera en complicidad con el gobierno pepekausista de turno.  

¿Por qué en el Perú hay que meter bala para sacar oro?

Su cadáver, ejecutado de un balazo, desde este viernes, sigue sin ser levantado por el fiscal hasta este domingo. Evidenciándose con ello, la falta de respeto y el profundo desprecio de las autoridades cuando se trata de un humilde campesino.

Sólo su esposa, Antonia Huillca, permanece a su lado velando los restos de su compañero en un lugar escarpado. Y me hace recordar a esas bravías mujeres andinas que velaban a nuestros soldados indígenas después de ser repasados en el campo de batalla por la barbarie militar chilena.

Antonia se quiebra de dolor cuando canta en quechua: “Aquí estoy, sentada, en lo alto de este cerro, junto al cadáver de mi esposo. Ha muerto, lo han matado, ha encontrado la muerte en estos cerros, esos soldados lo han baleado”.

Quintino, y cerca de cuatrocientos comuneros, de cuatro comunidades, sólo querían llegar a un acuerdo sobre el uso de la carretera comunal (que ellos construyeron para dar paso a la población entre Huanquiri y Pamputa) y por donde la operadora de Las Bambas saca en camiones encapsulados los minerales que extrae.

Los comuneros piden que la empresa pague una compensación económica para remediar los perjuicios que les ocasiona el paso continuo de dichos vehículos pesados, cuyo tránsito no autorizaron.

Gandhi decía que la paz es el camino. Pero para los mineros extranjeros y los pepekausistas la guerra es el camino.