De una cosa estamos ciertos: sabemos cuándo los gringos llegan a un país, pero no cuándo se irán.
A los gobiernos de Estados Unidos les encanta intervenir en los asuntos internos de cualquier país invadiéndolo, siguiendo lo que establece la vieja doctrina Monroe, que aún considera que América Latina es su patio trasero.
La doctrina Monroe establece además que si un país del continente amenaza o pone en riesgo los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, entonces Washington está obligado a intervenir en los asuntos de ese país para “reordenarlo”, “disciplinarlo” y restablecer los derechos y el patrimonio de sus ciudadanos y sus empresas. Y, por supuesto, los TLCs firmados por Estados Unidos con algún país latinoamericano están protegidos apropiadamente por dicha doctrina.
Esta doctrina se sintetiza en la frase: “América para los americanos”. Pero esta frase realmente significa “para los americanos del norte”, quienes no contentos de apropiarse de nuestras riquezas naturales, se han apropiado también del nombre de todo nuestro continente.
DE LA DIGNIDAD A LA VERGÜENZA NACIONAL
En nuestro país, durante varios años, se celebró el 9 de octubre como el Día de la Dignidad Nacional, a fin de recordar la fecha en la que las tropas peruanas, por orden del general Velasco Alvarado, recuperaron soberanamente los yacimientos de La Brea y Pariñas y la Refinería de Talara, expulsando a la IPC, y dando cumplimiento a un viejo anhelo popular de más de 40 años.
Sin embargo, en nuestro país, este 1 de septiembre bien podría considerarse en el futuro como el Día de la Vergüenza Nacional.
Será obviamente una fecha para el recuerdo de la ignominia y la traición. Y para este día está previsto el arribo del portaviones “George Washington”, del que desembarcarán 3,200 Infantes de Marina, que -enviados por los Estados Unidos- tendrán la tarea de “ayudar al Perú” a matar personas en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.
Sin embargo, esta presencia militar norteamericana no ha logrado el resultado anunciado sino todo lo contrario, como en Colombia, donde la producción de drogas se ha incrementado significativamente a partir de la llegada de dichas tropas extranjeras.
Otro aspecto preocupante, por los convenios firmados entre ambos gobiernos, es que ningún efectivo militar estadounidense puede ser llevado ante la justicia local en caso de que viole a una mujer o mate a un civil. Lo cual implica una absoluta impunidad para todos los soldados que lleguen a nuestro país.
LA VERDADERA RAZÓN ES EL AGUA
Analistas internacionales creen más bien, entre otras razones, que la presencia militar estadounidense en Sudamérica tiene por objetivo “cuidar” las enormes reservas de agua del planeta que existen en la región amazónica. Y este aserto se basa en que las futuras guerras en el mundo ya no serán por petróleo sino por agua, a medida que aumenta el calentamiento global.
La injerencia militar yanqui en nuestro suelo, no es nueva. Se dio antes, en distintas etapas de nuestra historia. En 1965 -aún se recuerda- el gobierno de Fernando Belaúnde Terry programó la llamada “Operación Ayacucho”, considerada una “acción contrainsurgente” cuando asomaran en el país brotes guerrilleros liderados por Luis de la Puente y sus compañeros.
En esos años, siguiendo los lineamientos de la Guerra de Vietnam, se dispuso el bombardeo con napalm de aldeas peruanas. Aunque nunca se reportó oficialmente el número de bajas civiles que produjo el hecho, la destrucción de poblaciones y el incendio de inmensas zonas forestales; permite suponer la consumación de ingentes daños a la vida y al ecosistema, de los que el gobierno de entonces nunca quiso hacerse responsable. Hubo “asistencia militar” USA, pero no tropa.
Fueron aviones de los Estados Unidos los que actuaron en los mencionados bombardeos. Su presencia, sin embargo, se cortó abruptamente cuatro años más tarde, cuando en 1969 el gobierno del general Juan Velasco resolvió cortar los vínculos con los militares norteamericanos y expulsó primero a la Estación de la CIA en nuestro país y luego a la Misión Militar de los Estados Unidos.
La respuesta de Velasco fue una medida digna a una política soberbia y hegemónica impuesta no sólo al Perú sino a todos los países de la región tanto por la Casa Blanca como por el Pentágono, y que buscaba “mover” a los países del continente como fichas en el tablero para enfrentar a la URSS y al campo socialista.
El fin de la experiencia militar patriótica, envilecida por Morales Bermúdez y el retorno de los partidos tradicionales a la conducción del Estado, hizo que el gobierno norteamericano fuera recuperando poco a poco el viejo sitial que usara en los años sesenta sobre nuestra institución armada.
LLEGAN LOS MARINES, AUMENTA LA COCAÍNA
Hace 30 años, el 1985, el Perú era un importante productor de pasta básica de Cocaína. Pero desde la imposición de las bases yanquis, pasó a ser al primer productor mundial de esa droga, que se destina precisamente al primer mercado de consumo: los Estados Unidos. Bien podría decirse, en estricto honor a la verdad, que la presencia de las tropas yanquis permitió el incremento de cultivo de la coca, y el aumento de la producción de la cocaína, que hoy alcanza niveles jamás antes registrados.
Como comprueban los especialistas, hoy en el Perú, “15 regiones se dedican a la producción de droga. El 60% de la producción de esta termina en el mercado norteamericano. El transporte de tal cantidad de droga se realiza a través de los 115 aeropuertos clandestinos ubicados estratégicamente en el territorio nacional. El narcotráfico mueve anualmente US$ 22 mil millones, lo que equivale al 17% de nuestro PBI”.
Durante estos últimos años han sido muy frecuentes las visitas al Perú del Secretario de Estado para la Defensa, del Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos; y de muchas otras autoridades militares y civiles, que arribaron a nuestro suelo para tratar el mismo tema: la presencia militar norteamericana en el Perú.
Por otra parte, la criminalización de la protesta social y la persecución política de los líderes y dirigentes populares, constituyen la contraparte peruana del compromiso asumido por el gobierno entreguista de Alan García y de la fascistoide gestión de Ollanta Humala, dentro del marco de la defensa de los intereses de Estados Unidos y sus grandes corporaciones transnacionales.
AHORA NOS INVADEN “PACÍFICAMENTE”
Como consecuencia de todas esas “tratativas”, y luego de un acuerdo adoptado en enero por el Congreso con el consenso de casi todas las fuerzas políticas allí representadas, el 1 y el 15 de febrero, arribaron dos contingentes militares, enviados por el Pentágono. El primero, integrado por 58 soldados; y el segundo por 67. Ambos permanecerán aquí hasta febrero del 2016 en la tarea de “entrenar a los institutos armados peruanos en el cumplimiento de operaciones especiales”
Pero lo que ocurrirá el 1 de septiembre resulta ciertamente inédito: nunca antes sucedió. Y sólo aconteció en otros países que sufrieron una invasión militar norteamericana. Así fue en Puerto Rico, Panamá, Granada, Nicaragua, Honduras, República Dominicana, Guatemala y otros países.
También, y con el apoyo activo del ex presidente colombiano Álvaro Uribe, el imperio armó bandas que operan en el estado de Táchira, en la frontera colombo-venezolana, con la idea de generar un conflicto armado entre estos dos países.
Mientras la derecha mediática concentrada distrae a los peruanos con “las agendas” de Nadine Heredia, las revelaciones de Belaúnde Lossio y los programas basura de Esto es Guerra y Combate, los soldados yanquis hollarán nuestro suelo este primero de septiembre en lo que bien podrá pasar a la historia, como EL DIA DE LA VERGÜENZA NACIONAL.