Se fue uno de los nuestros. A sus 74 años, dejó de pensar, de respirar y de indignarse, Eduardo Galeano, uno de los más grandes y prolíficos escritores izquierdistas del mundo entero, autor de obras como 'Las venas abiertas de América Latina' y "El derecho de soñar", entre otras. 

Él era el insobornable Fiscal de los pueblos oprimidos y de los millones de desvalidos latinoamericanos despojados de sus escasos bienes de subsistencia por los poderes fácticos.

También fungió como una suerte de moderno y piadoso Bartolomé de las Casas. Una voz que dolía como un látigo para los mercaderes transnacionales que se han apropiado del Templo.

Ahora su voz se ha callado pero todo un legado y un luminoso ejemplo de rebeldía se han levantado como inspiración para las jóvenes generaciones.

Jamás vamos a poder separar su vida, su obra, sus ideas y su pluma. Son una sola. Es uno de esos pocos escritores que cuenta con el amor de millones de indignados latinoamericanos, desde la Patagonia hasta las riberas del Río Grande.

Por eso, parafraseando a Vallejo, cuando llegue el día final de la gran liberación latinoamericana, podremos decir: "Después de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: ya no mueras (Eduardo Galeano) porque te amamos tanto"... Eduardo se ha ido pues tan sólo para hacerle compañía a Chávez, Torrijos, Sandino, Gaitán, el Che, Cárdenas, Mariátegui, Allende, Arbenz, Zapata, Túpac Amaru, y algún día volverá cantando con todos ellos

Eduardo Germán María Hughes Galeano mantuvo durante toda su vida un compromiso de integridad con diversas causas sociales como la de los indígenas, los negros, los pobres y los temas ecológicos y de conservación del planeta. Y por eso sus ideas y su recuerdo nunca morirán.

Galeano ha sido una de las personalidades más destacadas de la cultura uruguaya. "Las venas abiertas de América Latina" es una de sus obras emblemáticas, que han sido traducidas a varios idiomas.

¡Hasta Siempre, querido compañero, Don Eduardo!

Sabemos que volverás porque como tú mismo lo decías: “Todos somos mortales hasta el primer beso y la segunda copa de vino”...